Todos los padres deseamos ante todo que nuestros hijos sean felices. Estamos pendientes de cualquier detalle para evitar que sufran y queremos darles lo mejor, pero, a veces, nos volcamos tanto que nos olvidamos de nosotros mismos. Y eso no es bueno. ¿Cómo encontrar un equilibrio para crear un entorno familiar saludable?
Para ofrecer lo mejor de uno mismo es fundamental sentirse bien y esto se aplica también a la crianza de los hijos. Cuando estamos tristes, enfadados o cansados no actuamos igual que cuando estamos alegres, serenos y descansados.
Según explica Helena Trujillo Luque, psicóloga y psicoanalista de Grupo Cero, “para un buen desarrollo de los peques es muy importante que los padres cuiden su propio bienestar, que escuchen y atiendan también a sus propias demandas. Ellos también necesitan amor y atención. Los padres satisfechos consigo mismos crían hijos más saludables, independientes y sociables”.
¿Cómo hacer para que la crianza de los hijos no afecte a la pareja?
La llegada de un hijo es un momento crítico para la relación de la pareja porque hay que saber reajustar las nuevas necesidades del bebé con las que se tenían como pareja y buscar huecos para no perder la intimidad sexual, el compañerismo y las conversaciones.
Es cierto que en los meses que siguen al parto el cuidado absorbe la mayor parte del tiempo de la madre y el padre, pero es importante encontrar tiempo para uno mismo y para la vida en pareja, para no verse sobrepasado por el cuidado de los hijos y las tareas domésticas.
Es importante aprender a buscar ratos para salir juntos a solas, aunque sin hacer grandes planes por si no se pudieran llevar a cabo. Cuando hay niños de por medio nunca se está a salvo de imprevistos. Es momento de disfrutar en lugar de idealizar.
Hay padres y madres que se centran tanto en los cuidados físicos y emocionales de sus hijos, ofreciéndoles todo tipo de experiencias y estímulos para que puedan vivir lo que ellos no pudieron, que llega un momento en el que tienen dificultades para mantener una conversación entre adultos sin que los niños estén presentes o para poder estar un rato solos en pareja.
A veces es necesario seguir una terapia de pareja y familia para obtener pautas personalizadas que ayuden a crear un hogar más feliz y equilibrado y, de paso, fortalecer la relación de pareja.
Hay que saber poner límites en la entrega a los hijos
Muchos padres duermen con los hijos para facilitarles el sueño, pero a cambio pierden intimidad. En opinión del doctor Gonzalo Pin, pediatra experto en sueño muy reconocido de nuestro país con quien trabajé muchos años, el colecho es una buena opción siempre que se tomen las medidas de seguridad oportunas y que sean los padres quienes decidan libremente dormir con los hijos y no opten por esta opción para solucionar un problema de sueño. De lo contrario, acabará pasando factura a la relación familiar y de pareja.
La psicóloga Helena Trujillo Luque añade que los niños necesitan a los adultos para desarrollar sus capacidades psicosexuales y emocionales, adquirir el lenguaje y las sociales necesarias para su vivir con otras personas, pero para que puedan dormir no es necesario que el adulto duerma con ellos. Y esto se podría aplicar a otras circunstancias de la crianza.
La experta explica que los niños siguen un proceso de desarrollo muy diferente al de los adultos y es importante tenerlo en cuenta porque las experiencias que se viven en la infancia tienen un efecto importante. Por ello, hay que tener mucho cuidado con lo que hacemos cuando los niños están presentes. Hay que evitar mantener relaciones sexuales o tener conversaciones de adultos delante de ellos.
“Los niños no saben discriminar lo placentero de lo conveniente, lo peligroso de lo saludable – añade la psicóloga-. Pero los adultos sí pueden discriminar lo que es propio de adultos y lo que es propio de niños y si no saben hacerlo o no logran hacerlo, conviene que busquen la ayuda de un experto para realizar su labor de crianza”.
Además, los niños no tienen límites, somos los adultos quienes tenemos que marcárselos por su propio bien, aunque a veces los límites les causen frustraciones. Los adultos tenemos que saber decir no, desde el cariño, aunque los niños se enrabieten. No van a dejar de querernos por ello ni se van a sentir inseguros por negarles algo que no les conviene porque tienen que aprender que no pueden tener todo lo que quieren ni hacer siempre lo que desean.
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